¡A la guerra!



Este es el caso de un joven al que su amigo no había regresado del campo de batalla.

Ante esta situación, se le ocurrió pedirle permiso a su jefe para ir a buscarlo.


Su teniente lo recibió en su despacho, pero al escuchar su inquietud, su respuesta fue: "Permiso negado".
Y aunque insistió, volvió a obtener la misma respuesta.

No obstante, en este segundo intento la explicó: "No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto".

El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y una hora más tarde, regresó muy herido, pero estaba transportando el cadáver de su amigo.

El oficial (teniente) estaba furioso: - Ya le dije que había muerto.

¡Dios, ahora he perdido a dos hombres!

Dígame, soldado necio: "¿Valía la pena ir allá para traer un cadáver?

Y el soldado moribundo respondió: - Claro que sí señor!

El teniente estaba que le daba "yeyo" ante semejante respuesta, casi retadora y hasta humilladora en cierta forma.

El soldado bueno le explicó a su jefe que cuando encontró a su amigo, todavía estaba vivo, y al menos, por su valentía, le pudo escuchar decir: "Amigo, estaba seguro que vendrías".

Un amigo es aquel que llega cuando todo el mundo se ha ido.

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